Orgiástico esplendor hacia los vicios
segrega alguien en mí.
No habrá mas insomnios,
más calumnias o más contrastes;
me crucifico en el altar.
¿De veras puedo?
Los circos me parecen insípidos,
las ilusiones me gangrenan sin cesar,
el orden de mis muebles o mis tareas me da igual;
este mundo de precoz aspiración me aburre.
Necesito viajar por las constelaciones,
disipar mi carácter más curioso.
La sociedad me parece un estupor gris.
Un comandante estúpido a la vez que despiadado.
La lengua de una mosca.
La época contemporánea no está hecha para mí,
la prehistoria tampoco, el s.XXIII tampoco;
yo no debía haber sido fecundado.
La vida me parece un manto de neblina.
Una hiedra en una pared infinita.
El asmático placer de respirar.
Ni los niños ni los laureles ni las mujeres
ni la música me harían querer reaparecer.
Tardes de sábados, osciles entre venenos,
vaciles a la pendiente
me llenan.
Soledades distantes, elipses a mi propio yo,
burlas espléndidas a lo odioso
me llenan.
Sí, lo sé;
soy un provocador en un mundo provocativo.
Quintí Casals
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