lunes, 21 de octubre de 2013

Autocracia

Cuando
un rayo de amor
entra por la ventana de tu sombra,

la luna de cualquiera
procura guardar miedo

a convertirse en siamés;

no al nacer,
no al morir,

sino al besar.

Tocar ciertos labios imantados
y quedar pegado y petrificado
amando para siempre.

Vender tu alma al ángel de las etapas buenas
y al diablo de las etapas malas.

Asumir la tiranía de lo ineluctable e innegociable.
Bailar en medio del incendio forestal que extingue el bosque.
Levantar un mundo nuevo con ladrillos de reacciones biológicas.

Sorber cada uno toda
la vida vuluptuosa
que necesita del otro.

Ser feliz tomando café,
comprando el periódico en el kiosko
o, incluso, en el espacio embuchado del ascensor

unos días.

Romper el alma a puñetazos,
encerrarse en el mar lagrimal
o, incluso, batir las alas para irse lejos

otros días.

El amor le enseña a uno
a ser domado por la hermosura de lo cotidiano.

El amor le enseña a uno
a ser el pastor que envenena a su oveja más fiel.

El amor es un día entero:
un alba y un ocaso,

pero es un día
dónde te atreves a pronunciar libre
y en paz.

Es un día de excedentes paradisíacos
dónde el frío agita el mal, (como en cualquier sitio)
pero merece la pena

y piensas
y piensas
entre nubes risueñas
a la vez que melancólicas

que
la libertad
sólo puede existir
en la dictadura de su amor.

Quintí Casals

No hay comentarios:

Publicar un comentario