"Que me aconseje el mar
lo que tengo que hacer:
si matar, si querer"
Miguel Hernández, lo dijo;
aunque ¿de veras importaba?
La grieta que es el destino
está riéndose de cada uno de nosotros
en lo alto de una estrella.
Claro que hay palabras.
Claro que hay decisiones.
Claro que hay sís. Claro que hay nos.
¿Pero quién dice que sirvan para algo?
La causa y el efecto
galopan en el viento
galopan en el viento
ante los pasos solitarios de mis pies.
Lo observan las milicias de sueños rotos
con cara de balada triste
por descomponer tantas esperanzas
como hacen los insectos a un ciervo muerto.
Todo está magníficamente planeado
por el pasado, el presente y el futuro,
por el "lo que tenga que ser, será"
no vale la pena creer
no vale la pena creer.
¿Qué hay de mi fuerza, de mi valor, de mi omnipotencia?
¿Hay alguien que de veras se valga por sí mismo?
¿Existe de veras la autosuficiencia?
Son preguntas cóncavas como la esperanza transparente
de creer que decides,
de creer que decides.
Cada día es una pequeña muerte
que no aguanta la mirada
al ser o no ser
al saber
que el destino está escrito
por un poeta muy malo.
Quintí Casals
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