El despertador canta como un rebelde.
Recojo la última lagaña de mi cara.
Salgo a la calle
y la metrópolis se desnuda para mí.
Estoy contento
como un olor genital entre perfume francés.
Estoy tranquilo,
pues ando divagando por el mugrón de Venus.
Un cometa de tristeza
a veces colisiona en mi frente.
Veo mendigar a la madre de una familia.
Veo una nuez llena de arañas.
El sol no dejó de imponerse,
aunque la luna empieza a empujarle al silencio.
El día avanza,
los días no.
Quintí Casals
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