¡Oh, los lavabos!
Esos espacios censurados,
esos sitios clandestinos y pudorosos,
esos reservados al culto de uno mismo.
¡Oh, cuántas cosas se esconden en los lavabos!
En los lavabos,
se esconden siempre
aquellos murmullos invisibles a la luz del día.
Se esconden los errantes desafinados
que se refugian en el diminuto cilindro de una jeringuilla.
Se esconden los orgasmos secos
de los amantes que sólo se aman en secreto o en lascivia.
Se esconden los oficinistas avinagrados
perdiendo el tiempo que nunca encontrarán en otro sitio.
Se esconden los mitos, las leyendas y los Dioses
cada vez que alguien les ofrenda un insulto superlativo.
Se esconden los pómulos mojados
de todos los hombres y mujeres que lloran en secreto.
Se esconden aquellos libros malos o no deseados
que nadie quiere que se sepa que han sido leídos.
Se esconde la vida y se esconde la muerte
cada vez que algún pobre diablo purifica su sistema digestivo.
Se esconde este poema aprisionado
mientras es escrito con cuidado que nadie oiga el bolígrafo.
En los lavabos se esconden cosas, muchas cosas.
Se esconde aquella mierda más pura y maloliente
que pueda regalar cada uno de los visitantes al mundo
y se atasca el magma y se atasca el magma.
Quintí Casals
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