Ordenadores, teléfonos móviles,
absorben la sangre cálida,
el temperamento espeso,
el asombro fugaz,
de las personas.
¿Mac, Microsoft? Guerra de leones.
¿Nokia, Samsung? Guerra de dragones.
El comprador asiste a una querella arriesgada,
confusa, atenta, para disputar su secretario personal.
Calles cubriéndose
de estrés, reaggeton y llamadas perdidas.
Cínicos deambulando sin levantar mirada.
Habitaciones cubriéndose
de páginas web, porno y aburrimiento.
Cínicos babeando ante la pantalla imparcial.
Whatsapps, e-mails, notificaciones
de Facebook, Twitter, Instagram
angustiando el aparador opaco
de la bandeja de entrada.
El gigante tecnológico,
la ramificación suprema de lo digital,
ha esclavizado aquella intimidad más libre.
Los parques, sus columpios, restan solitarios;
las bibliotecas, sus libros, restan insociables;
la vida, su provecho, resta electrónica.
Hombre moderno,
mira cómo un cable
despedaza tu vientre.
Hombre moderno,
mira cómo tus carnes
se atrapan en las redes.
Quintí Casals
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