Caminando por el césped
templadamente absurdo,
levemente elástico,
me encontré
contigo.
Me encontré una margarita,
varios secuaces saltamontes
y un charco de orín de un perrito
resbalando por toda belleza posible.
También una guitarra, un pez
mero, un esplín sincero
y un muñeco de paja.
De repente, un excremento,
abolía la vida de una hormiga;
remataba su ahogo entre la mierda.
El orden del mal establecía su protocolo.
Levanté la mirada del suelo
y vi las cigüeñas batallando
contra el viento desfavorable;
con juegos aéreos llegaban, por
corrientes alternos, a su destino.
Quizá yo también pudiera volar,
acariciar la textura del azur,
ser de la felicidad testigo.
Me dijiste "Hola, ¿Qué tal?"...
Te di un beso a contraluz,
acaricié fuerte tu abrigo.
Quintí Casals
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