viernes, 24 de enero de 2014

Barça-Chelsea

Un bar acoge toda la tempestad
y toda la depresión del mundo.
Un partido de Champions
transita ondas en la tele;
el público musita, reza,
y aparta su tormento
con una somnolencia
hermosa.

Mayo 2009, calor leridano,
semifinales de la Champions;
el Barça se la juega contra el Chelsea.

El comentarista, profeta contemporáneo,
explica, con detalle y sabiduría,
todos los sucesos y tecnicismos
que merece el espectador
saber.

Ancianos, padres de familia,
dementes, balas perdidas, corazones amargos...
asisten a la ceremonia. Piden una cerveza, cacahuetes,
y insisten en ese estupor. Discuten el partido, sus preferencias,
y después, con rasgos impotentes y tristes, vuelven a su mierda de casa.

El comentarista sabe eso
-lo explota, lo comercializa-
y allí estoy yo escuchándole.

Maldito fútbol moderno...
¿En qué te has convertido?
¿Dónde estás los fumaderos del banquillo,
los bigotes pomposos, las marañas de antaño?
Beckham es imagen de Giorgio Armani, se depila
las ingles. Escuelas de niños en Brasil, Hong Kong.
Entramado mercantil, jugadores productos, público comprador.
Nike, Adidas, Puma... monopolios, fraudes ¿Qué mierda es esta?

El barça sigue perdiendo. Se augura el desastre.
La gente empieza a levantarse, coger las cosas
y desplazarse hacia la puerta: típicos culés.

Un momento, parece que hay
una última oportunidad.

"Eto'o para Messi, Messi para Iniesta,
Iniesta al frontal del área, Chuta...
¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!"

El bar explota,
rompe feliz a llorar;
rosas cojas en sombras,
hoy hay algo que celebrar.

Quintí Casals

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