martes, 3 de diciembre de 2013

Supervivencia

Porque perdí la fe en la gente,
porque tomo speed de vez en cuando,
porque soy equívoco en el sistema social... tengo miedo.

Porque estoy en plena crisis existencial,
porque las palomas ya no vuelan como antes,
porque Barcelona ruge ariscamente sin parar... ando cada vez más rápido.

Busco un nirvana, una paz, un lugar mejor.

Huyo del cinismo disuelto,
del aspaviento publicista, de la multitud babieca...
pero no diviso refugio alguno.

Me deslizo por arenas movedizas
de Dunkin' Donuts, KFC's, Media Markt's...
pero no diviso refugio alguno.

Me bombardean las pupilas los anuncios de los paneles publicitarios,
los flyers de puticlubs baratos, la cartelera con la última película de Ben Affleck...
pero no diviso refugio alguno.

El atractivo de sus logotipos coloridos y geométricos
me enreda, me muerde, me agarra violentamente del brazo
repetidas veces

hasta que, al fin,
logro colarme por la boca del metro.

Bajo las escaleras mecánicas de salto en salto,
me cuelo por el acceso y no parece que allí vaya a encontrar ningún paraíso.

Los megáfonos del techo recitan poesía comercial,
los vagabundos se lanzan a la fama y los cubos de basura suelen comer bien allí.

Definitivamente, no es el paraíso.
Definitivamente, continuo teniendo miedo.

"Compre el nuevo Mercedes Clase A",
"Felaciones por 20 euros na'más"...
retumban unas amenas voces asincrónicas.

"Pon tus sueños a jugar",
"Ten una aventura. Revive la pasión"
retumban unos nuevos y estudiados eslogans radiofónicos.

Cientos de teléfonos móviles plañen desesperados
y yo no consigo soportarlos.

El aire pesa demasiado
y yo no consigo soportarlo.

Jadeo, jadeo, jadeo...

El metro llega, entro, me miran varios ojos curiosos.
Me siento, acomodo mi trasero, no me encuentro bien.

Unos tortolitos miran como dos o tres gotas de sudor lloran en mi frente
y hablan en voz baja y hablan en voz baja y hablan en voz baja.

Wall Street sigue derrumbándose a tientas
y Stalin cada vez viste más las camisetas de los jóvenes;
pero yo, en cambio, yo; sigo sentado allí a solas con la angustia.

Oigo unas conversaciones cóncavas (demasiado cóncavas) llevadas a cabo por unas universitarias tetonas
y se podría decir que mis miradas hacia ellas valdrían como intento de asesinato.

No acostumbro a ser violento, intolerante o narcisista;
pero hoy el mundo se me está quedando demasiado corto
y la línea del metro se me está haciendo demasiado larga.

Quintí Casals

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