domingo, 29 de diciembre de 2013

Vuelta a la normalidad

Viajo en un tren Regional Express
a unos 100 km. hora. De vuelta a casa. De vuelta a eso.
De vuelta a la compresa sucia
                                             de las partículas
                                             que nos conforman.

La ventana rebosa aquella esencia roñosa
que todo metal artificioso suele escupir;
veo el aire fluir rápido, los arados fluir rápido,
los puebluchos fluir rápido; todo vuelve a ser
                                                                   rápidamente rápido.

Nos besamos mucho, comimos pasta, abollamos células expansivas;
fue un buen viaje: un bálsamo de recuerdos dulzones
lo constata.

Paseamos por un ejército de calles tatuadas -pasos sin rumbo-
nuestra dopamina simpatizó en un juego bioquímico magnífico:
enchufamos nuestras energías positivas el uno al otro,
adormecimos nuestros demonios.

La endorfina impregnó nuestros argumentos con el poder de las señales
-una canción de papel, una lata de Nestea, un rayo de sol-
nos hizo creer en esta estúpida y lógica dialéctica.

Los instantes hablaron por sí solos,
su voz fue agradable,
nos fue bien.

Derretimos los andamios, las multinacionales, las gentes oxidadas;
toda la abundante miseria que Barcelona repliega.

Tuvimos el placer de sonreírnos con los ojos,
de despertar la testosterona a los cisnes,
de resguardarnos de la mundología
en nosotros mismos...

pero ahora estás tú allá
en urgencias;
                    un contratiempo...

y yo de vuelta a ninguna parte,
como siempre,
                      contra el tiempo.

Quintí Casals

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