Cuando la vagina se contrae ante la visita del pene,
cuando un hilo de semen conoce a un óvulo fértil,
cuando el embrión emprende la búsqueda al ser o no ser...
medra un clavel
en el alma.
Cuando la vagina se dilata ante la visita del bebé indiscreto,
cuando el niño va a la escuela a formarse como un individuo social,
cuando el viejo recuerda su vida como funcionario público...
agoniza un clavel
en el alma.
Ha nevado muchas veces,
ha amanecido muchas otras.
El sol se ha helado muchas veces,
la luna se ha quemado muchas otras.
La carne del niño nace tierna
pero endurece con el tiempo.
¿Qué le vamos a hacer?
Conforme pasan las estaciones
el hombre que nace
se arrastra por la vida
hasta morir fatalmente
en las abruptas cumbres del odio.
Deja atrás el placer de salir a jugar los domingos de sol
y se encierra en su organismo hermético
para negarse la vida.
Desprecia el latir de los otros corazones, reniega de los jóvenes
y cuando emprende un acto simpático diluye un intento de sonrisa en su cara.
Empieza a beber, a peinarse con gomina, a criticar recatadamente
y a pensar más en lo que dice la gente que en lo que ésta piensa.
Sus extremidades se transfiguran a figuras de paja,
aleja hábilmente su rastro de la utopía y mea, si puede, cada día en las flores del edén.
Se aburre de buscar la felicidad, se aburre del paso sus días sinónimos,
entela su cometido más íntimo y, entonces, decide odiar todo.
Odia al vecino de enfrente, odia la nueva ley del matrimonio homosexual,
odia las espinacas, los higos, el bacon
y todo aquello que tenga sombra.
Odia las mujeres, odia a los hombres, odia a los "sin-papeles" que venden cerveza,
odia las tiendas de lencería, odia las librerías de la calle mayor
y odia, por supuesto, "su" casa.
Odia el existencialismo, odia visitar ciertas páginas de Internet, odia los trofeos
y odia en exceso los perros "¿Pero cómo pueden dejarles cagar en la vía pública?"
Odia a su amigo por tener una novia "que no se merece",
odia las piedras "por nunca decir nada"
y odia los alientos armónicos "por decir demasiado".
Odia el amor, odia el odio, odia los sin-techo, odia los famosos,
odia "su" trabajo sea cuál sea, odia "su" esposa sea cuál sea, odia "su" vida sea cuál sea.
El hombre que nace
odia todo, todo, todo... aquello que pueda ser odiado
hasta
un día (al fin)
odiarse a sí mismo
por haber pasado
toda una vida
muriendo
en las abruptas cumbres del odio.
Quintí Casals
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