viernes, 6 de diciembre de 2013

El muchachito

Tengo un muchachito dentro de mi corazón
que cuando la niebla tensa espesa los momentos
sale a jugar y a reír y a amar incondicionalmente.

A veces llora, a veces respira con la rigidez de un torrente,
a veces frunce el ceño por encima de su pena,
a veces vive literalmente.

Tengo un muchachito dentro de mi corazón
que remolca un sol en los labios, que juega a los Playmobil,
que no soporta las alcachofas y que prefiere la fe antes que a los ojos.

Canta por los pasillos del alma, dibuja dragones en la historia,
da achuchones a los sin-techo, discrepa las costumbres enquistadas.

Avinagra las rodajas de tomate en las ensaladas, no percibe malas hierbas en el jardín,
saborea los cuadros barrocos del Prado o simplemente se enamora de cualquiera.

Acaricia las hormigas, considera bello al gentío de vez en cuando,
se apasiona con la curva del boomerang y guarda en su bolsillo unas pocas sonrisas transitorias.

Para él un libro es una sorpresa deliciosa, la visita del abuelo es una sorpresa deliciosa,
dar de comer al cisne es una sorpresa deliciosa, conocer una palabra nueva es una sorpresa deliciosa.

A veces erra por los tanatorios, a veces se embarra en la nada,
a veces se ahoga en el ron del Mercadona,
a veces come kilos y kilos de ansiedad coagulada.

Tengo un muchachito dentro de mi corazón
que no entiende porqué el pegamento deja las yemas de los dedos pringosas,
que no entiende porqué está encarnado en un nombre propio,
que no entiende porqué el rojo es rojo.

Le apasionan el aspecto de las pasas, las cotorras de las copas de los árboles,
poder caminar sobre las baldosas de dos en dos.

Se escurre de los extraños como un ciervo asustado, pinta bodegones sencillos,
juega con los perros tardes enteras o baila canciones ligeras cuando hay boda.

Monta a las montañas rusas quinientas veces, come helado en verano,
despierta cuando el despertador se ha acostado y adora el temblor de la ciudad.

Le encanta la familia Addams, le encanta soplar un diente de león,
le encanta el porvenir de las orugas, le encanta la textura que la vida enmarca.

A veces se empapa de una lluvia de fuego, a veces piensa demasiado,
a veces es incapaz de limpiarse el culo con flores,
a veces tiene los pies al suelo clavados.

Tengo un muchachito dentro de mi corazón
que cuando la niebla tensa espesa los momentos
sale a jugar y a reír y a amar incondicionalmente;

pero a veces -quisiera decir muchas veces-
al mundo no le parece del todo bien su labor

y el muchachito -quisiera decir el pobre muchachito-
muere ante el acecho implacable de la pendiente.

Quintí Casals

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