martes, 10 de diciembre de 2013

Apocalipsis de bolsillo

Paso los inviernos en la calle observando las variadas conductas de la naturaleza,
en coches dónde la música techno eclipsa cualquier palabra sabia
o en bares dónde, junto a unas cervezas, dos amigos y dos traga-perras, nos dejamos la vida.

Pienso si la física cuántica resolverá al fin el misterio de la muerte...
¿Quién sabe? ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?

Paso los veranos en las plazas observando las variadas conductas de la sociedad,
en bibliotecas dónde la poesía muere entre dunas inmensas de polvo
o en terrazas dónde, junto a unas cervezas, dos amigos y dos pitillos aliñados, nos dejamos la vida.

Pienso si alguna criatura es consciente de veras de ser consciente...
¿Quién sabe? ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?

Las primaveras y los otoños
pasan también. Yo paso la aspiradora por el salón
y sin querer me llevo gran parte de mi existencia.

Pienso si merece la pena arriesgarse a vivir...
¿Quién sabe? ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?

A veces me gustaría llevar una gorra de los Yankees,
ver blanco dónde hay blanco o no sufrir tanto el peso del aire
al inspirarlo.

A veces me gustaría aprender a existir;
buscar un cielo despejado, dejar de mirar al suelo pastoso:

apreciar las fresas del matorral, las mujeres bonitas del pub, los procesos químicos del clima;
apreciar como los hombres hemos llegado a los motores de explosión, a la educación pública, a vender la comida empaquetada...

pero lo analizo veintitrés veces y media
y tan sólo encuentro cuatro poemas críticos, varios vertederos metropolitanos
y algunas texturas o sabores agradables.

No encuentro motivos para adorar aquello que no sea estupendamente excelente
¿Para qué iba a perder el tiempo? ¿Para qué iba a suicidarme prematuramente?

Tarde o temprano todo se acaba, te hiere o no sabes ni para qué coño sirve.
Todo es transitorio, el amor es caduco, el mito una farsa...
y es un infierno saberlo;

es sumamente detestable a la vez que cómodo
llegar a ser un cobarde incapaz de amar.

Suelo añorar dejarme llevar,
suelo añorar el bienestar emocional,
suelo añorar el silencio húmedo del alma...

La verdad es que me hubiera gustado
llevar una vida fácil
-ya saben-

Tener una polla como la de un caballo,
leer cuentos de hadas con moraleja final,
preocuparme tan sólo por el mañana etéreo,
tener empleo, equipo de música y un rebaño de deseos.

Ir a la opera de vez en cuando,
estudiar el periódico deportivo letra por letra,
atiborrarme de patatas fritas mientras me enamoro,
hacer unos abdominales después para compensar.

La verdad es que me hubiera gustado
llevar una vida fácil...

pero no,

yo tuve
que justificar
toda realidad ajena;

pero no,

yo tuve
que nacer
poeta de mierda.

Quintí Casals

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