martes, 31 de diciembre de 2013

Noche vieja

Martes, 31 de diciembre.
Abro el grifo: el agua se precipita helada ¡Qué frío!
Me enjuago con champú, con gel, con espíritu navideño.
Me enfundo unos tejanos, una camisa, una sonrisa repeinada
y emprendo mi viaje hacia la Buena Nueva;

Jesucristo
me está esperando
fumándose un cigarro
en la esquina negra de Belén.
(Shttt... Su madre cree que es un santo)      
                                                    
Bajo al garaje. Aderezo el firmamento. ¿Llueve? ¿Hace sol? Salgo.
Los concesionarios, los supermercados, los centros comerciales
me desean un feliz 2014.

Pasé el día de acción de gracias balanceándome
por el Mini-casino y ciertos pubs enfarlopados...
¿Por qué desearse un próspero año nuevo?
Dicen tres locos sin causa,
dicen tres locos sin causa.

Llego a la cena en cuestión,
tomo un canapé, dos, tres, quinientos cuatro.
La mesa aprieta, el cinturón aprieta, la navidad aprieta:
hoy las personas nos sentimos cerca las unas de las otras,
hoy el abuelo toma vino, el diabético azúcar, el desgraciado cariño.

Da igual si la virgen María era virgen o ramera,
da igual si los reyes llevaban mirra u oro,
da igual si Jesús nació o no el día 25...
hoy es día de celebración:
hoy es noche vieja.

"Navidad, navidad, dulce navidad..."
cantan los Papa Noeles, los renos
y los bastones de caramelo.

"Vanidad, vanidad, dulce vanidad..."
cantan los desahucios, el rey
y los países necesitados.

Disfruto a la vez que reniego
que hoy sea un día de encuentro;
una fecha señalada dónde se omite
la miserable menstruación del mundo:

hoy no existen los percances, se bebe Freixenet
y mañana no hay periódico.

En la calle, una manada de hojas secas, desbocadas
corren por las aceras sin enterarse
de nada en absoluto.

En la pared, las moléculas que salieron disparadas del cava, atolondradas
siguen su fiesta de atracciones y repulsiones electromagnéticas:
igual lo hacemos nosotros, en esto consisten las familias...
discutimos, reímos y a las doce en punto callamos.

-ya viene, ya viene-
anuncian los más pequeños
con su fe de bombilla infalible.

Suenan las campanadas. Como 12 uvas
                                y... feliz año nuevo.

Otro año fundido en la poesía del tiempo:
un año más, un año menos
¿Qué coño da?

Pienso en quién impuso esos valores
puramente necesarios

sobre el transcurso de las horas.

Pienso en si
hubiera sido mejor dejar atrás
los quintos, las décadas, los años,
las edades, las tartas de cumpleaños, las crisis de los cuarenta...

hubiera sido mejor vivir sin periódicos,
calendarios, temores a la muerte...

sería mucho mejor sucederse por las estaciones,
incumplir los lunes de trabajo, dejar atrás las épocas;

dar un buen beso a la vida
sin pensar

en el tiempo que llevamos
o el tiempo que nos queda.

Quintí Casals

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