Bajo un toldo de cañas tropical,
miramos el azul del cielo con Genís;
arriba de todo, sobre once pisos,
tomamos el sol. No vemos
nada del mundo
y estamos genial.
Buscamos resolver un acertijo
acerca del fruto prohibido. Dice
que entre el dolor y el placer no hay
frontera y que el hielo y la llama
le producen el mismo efecto a
la sensibilidad de uno. En el fondo todo
se resume a tener, en un futuro,
un buen recuerdo de lo que fuimos;
no lo sabemos, pues aún tenemos
20 años.
Dejamos de hablar, nuestras
bocas se sellan y las
metáforas y los coños
se ahogan en
el silencio.
Me tiro a la piscina;
estar sumergido en agua protege. Vegeto.
Nado. Vegeto; como el drogata que le da todo el
día al tute, como el trabajador que resulta empleado
del mes. Salgo al exterior. Me da el frío. El aire gélido
reconforta, sin embargo, a veces da
constipaditos.
Por el suelo rondan serpientes,
publicidad y muchas gentes;
hay que vigilar. Repito:
no vemos nada del mundo
y estamos genial.
Quintí Casals
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