domingo, 8 de junio de 2014

Excepción

Ante el acecho de las lavadoras,
de los sonidos distantes y las personas
de metal... los hombres, nos enamoramos
de las mujeres. La sociedad se obtura
en una imagen chica y nuestros cuerpos
vibran en aburrimiento buscando algo
que hacer. No hay manifestaciones,
no hay ideales. No tenemos edad
frente la venganza del mar,
frente la indiferencia
del mármol pálido;
buscamos renacer.

Trabajamos poco, tomamos
agua, cerveza, ilusión;
nos resistimos a morir.

Comemos solos, acompañados, asociados,
en los comedores de la escuela. Compramos
relojes, patatas. Nos teñimos el pelo. Salimos.
Travesamos el futuro como una paloma en verano
y compramos un coche de segunda mano a los 18.

Reina en nosotros una suave elipse de
amor; rápida, efímera, y no sabemos a quién
entregarla. Se revoluciona nuestro sistema
ante la insistencia incolora de sentir
y a veces nos besamos
en la noche.

Hubo un tiempo en
que fuimos Dioses, hubo un tiempo
dónde el sacrificio fue una ciencia y
nos respetaban los dinosaurios;

hoy nos pudrimos en la monotonía del
confort, hoy tan sólo nos queda

enamorarnos.

Quintí Casals

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