He aquí un bolígrafo Bic.
Ya le queda poca tinta; muchas
líneas habrá anotado, muchos garabatos
habrá pintado para la posteridad o para
la nulidad. Su alegría yace cadáver, su
esperma permanece en los folios.
¿Cuánto habrá el bolígrafo creado?
De Antonio pasó a Javier, de Javier
pasó a María, de María a esta mesa.
Solo, abandonado, hueco, espera
una mano que lo empuñe
de nuevo.
He aquí un bolígrafo Bic, bonito y distante.
Probablemente lo elaboraran en 2003,
lo digo por el color opaco del plástico,
y probablemente lo elaboraran en
una fábrica china, lo digo por el
sentimiento opaco del negocio.
Las personas están volviéndose
unos gilipollas, el boli Bic lo sabe
mejor que nadie y nunca se
queja por sí mismo.
He aquí un bolígrafo Bic;
estirado, simple. Durante siete
días, seis noches, el bolígrafo
se quedó allí, quieto. Durante seis días,
siete noches, el bolígrafo durmió en la
primavera de esa mesa
pendiente
por acabar
de escribir
su destino.
Hoy ya no está.
Alguien lo tiró.
Molestaba.
Quintí Casals
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