Vi con mis padres
continentes, restaurantes y
lugares de interés; Roma, Londres, Suiza,
picos, museos y entornos cosmopolitas.
Vi con mi padre
la final de Wimbledon de 2008, vi
con mi madre el renacimiento de
un alma nueva. Vi con mis padres
la creación de la fe y la inutilidad
del desprecio.
Sí; internaron entrenar mi
mirada, intentaron entrenar mi nobleza.
Con lo cual siempre me dieron consejo,
pero no siempre les hice caso;
"Quintí, fumar es malo",
"Quintí, el mundo no se acaba", "Quintí,
los vampiros no existen", "Quintí, vigila
si sales de fiesta; la noche es muy peligrosa".
Y es que en mi casa nunca fuimos religiosos, nunca fuimos
políticos; pero claras tenía las normas formales y morales.
Nunca me dieron un azote. Nunca me ayudaron
en los deberes. Les debo haber aprendido
a hacer galletas, les debo haber aprendido
a abrazar a un vagabundo, les debo saber
buscar la fe en una pared semivacía.
De ellos aprendí a respetar a las hormigas,
a entender que el suelo es una hoguera
que quema.
Les debo mi vida, así es;
mi vida entera. ¿Y quién sería yo sin ellos dos?
¿Quién? ¿Qué sería yo?
¿Qué sería de mí de no
haber sido el elegido? ¿Por qué yo de esa
fusión, de ese enlace de pasión y regocijos,
por qué mi persona, por qué mi genética
en sus apellidos?
¿Dónde empiezo, dónde acabo...
si esa noche hubieran decidido irse pronto a dormir,
si ese condón no se hubiera roto,
si finalmente no se hubieran querido?
¿Qué sería yo? Quién, sin ellos dos?
Quintí Casals
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