Donde los sueños no son perseguidos,
donde las perchas bailan sin vestidos,
ordenadas, susurradas por el viento,
coreadas por la brisa...
A la espalda del mar,
a la espalda del mar,
yo te quiero llevar.
El columpio asesino
Las gentes caminan rectas,
de acera en acera, en busca
de un objetivo, de un destino. Como
bombas de tiempo caminan hundidas
en el espeso fulgor del quehacer
y no se dan cuenta que un ruiseñor es
abatido en la boca del perro, que el número
PIN del móvil es muy difícil de recordar.
Unos se van a trabajar, otros vuelven a
casa. Compran, hablan y se integran
en el el lenguaje de las máquinas.
Las gentes caminan rápido y
me ponen nervioso. Se echan novia,
votan en las elecciones y cuando pueden
se abrazan al aura de la normalidad.
También salen de fiesta. También se
emborrachan, también -si tienen suerte-
toman una chupadita de mdma. La estructura
parece sencilla: dormir bien, comer
tres veces al día y leer
un poco la biblia.
Las gentes caminan, pían, rockean
un Starbucks y se fragmentan en
estigmas. Las gentes se duermen,
se retuercen, echan un polvo
y en seguida se estabilizan.
Las gentes se mueven,
como leopardos famélicos
corren por la vida.
Las gentes se mueven,
sin embargo, parecen
árboles muertos
entre confeti
y serpentinas.
Quintí Casals
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