La vida es una tómbola tom tom tómbola
de luz y de color.
Marisol
Después de ver los ojos
al camerunés en la estación de autobuses,
hondos y abismales como una voz querida.
Después de asumir las masacres, las uniformes guerras,
el metálico olor de la sangre. Después de Cristo,
de la Iglesia y el papiro... está un crepúsculo,
empaquetado y endomingado
con celofán.
Después de cortarme el brazo. Después
de caerme de un taburete, de partirme la
cara. Después de sesgar los neones y las bocinas
de las urbes más extrañas. Después de dar un
caramelo al niño y adoptar por un momento
su sonrisa... está un cálido amanecer,
empaquetado y endomingado
con fango.
La ruleta de la vida, suave,
gira y gira -entre luces y colores-
mientras los jugadores restan fumando,
bebiendo, esperando un golpe de suerte.
La ruleta de la vida, suave,
gira y gira -entre aprietos y esplendores-
mientras las gaviotas se retraen inexpresivas,
las rojas lámparas iluminan la sala de juegos
y la noche funge como rincón dónde llorar.
El cielo sigue igual de grande, todos buscamos celebrar.
No va a mas, la suerte está echada. La bola da tumbos
y la ruleta se voltea a sí misma. Los jugadores esperan,
se esmeran y desesperan -se tiene que ser fuerte-;
a veces se gana, a veces se pierde...
pero vivir siempre es un buen negocio
para los intereses
de lo inerte.
Quintí Casals
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