Cruzando un paisaje densamente helado,
esta bruja avanza oculta, con los dos dedos encorvados,
como sorprendida en un medio peligroso que,
por el mero hecho de prolongarse,
podría atarla al firmamento.
Sylvia Plath - La feria de la vanidad
Las almas huecas -aparentemente
libres de la cruel vehemencia- como
los vapores de las fábricas, en
todas direcciones se esparcen.
En la consulta del médico, en la
peluquería del ridículo, en el internet sin
conexión... a menudo, un agujero negro se apodera
de los árboles, de las niñas. Muertes, sonrisas
y pericias... todo ahueca en los fines y
principios de la banalidad. Y cómo se
entrelazan y besan las manos y cómo
se ajustan las cuentas a fin de cuentas.
Cuerpo, corazón y aire... ¿Qué soy?
Las percepciones se pasean al
ritmo del tiempo
y yo soy incapaz de tocar con los dedos
cualquier llovizna apetecible,
cualquier verdad tangible.
En el eco de la sombra se forjan los secretos
del bien y el mal y yo sin querer me dí cuenta.
El sol se desovilla en un gran ombligo y yo
sin querer me dí cuenta mientras giraba, alegre,
a su alrededor. Ya basta, tuve suficiente...
quiero juguetes, quiero cervezas,
quiero amar al fuego siendo un pájaro de
papel. Quiero una piel fina, una lágrima
prodiga, un suspiro perenne
en un fiordo finlandés.
Ya basta, tuve suficiente.. allí dónde yo
quiero estar, la amnesia se abisma en el
silencio, el viaje transcurre como
un polvo que vuela. Allí dónde yo
quiero estar se vegeta como
la flor, se es -por fin- algo que
no falla, algo que no engaña:
una nada soltera
ceñida en el todo
de una esperanza
que no se altera.
Quintí Casals
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