Existen personas malas
que conocen a personas malas
que se acoplan a personas malas.
Hay personas discretas, simplemente simples,
que las siguen y las aplauden y le sonríen a las
palomas al pasar. Es entonces, cuando, la
nada se resume moralmente y el
amor se abronca en transacciones, dólares y
kebabs. Es entonces, cuando al suelo
le duele el corazón y los años se asfixian
en una rutina caníbal. Es entonces cuando
se encalla el parpadeo de nuestros ojos
y los microondas explotan. En una selva de
cables y cemento: entre oasis urbanos, putas
y la ideología liberal... -allí dónde podemos-
solemos gritar. Anclados al abismo, titulados
como poemas... peleamos -pregunta a pregunta-
contra los monstruos del desdén. Muchas
veces quedamos anémicos en terapias y teorías,
muchas veces quedamos rasgados en polémicas
y monotonías. Se nos caen las dudas al mar
y la humanidad se exige
en un museo de respuestas.
El mundo se extingue
a gritos, las mariposas se van
de viaje. Las nubes se separan;
tiernas, intentan cubrir la luna
que nos arropa y nosotros seguimos
gritando y nosotros seguimos
gritando -allí en lo
alto de una estrella-
"Dios,
sálvanos
algún día
de nosotros
mismos".
Quintí Casals
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