jueves, 25 de abril de 2013
Onírica pesadilla
Dormir:
puede llegar a ser un peligroso campo de batalla.
Payasos sin sonrisa y escorpiones
mastican la parte fulgurante del sueño.
El pulso no para de hacer sprints. Suda hielo.
Yo ando incomunicado, protegido por los dos sacos de algodón
que en mi pecho se inflan y vacían de escarcha.
Guerrillas de murciélagos hostigan mi zona, caen piñas sin anillas
y mi locura evoluciona a mejor, mayor. Ataque virulento.
Hemingway y Bukowski se buscan viriles a guantazos
mientras Ariel se masturba con fuerza. Mi pene eyacula para dentro.
Otra erección tiene mi subconsciente. Despierto entre dunas, sábanas
(un poco de oxígeno neutro)
Y no vuelvo porque le tengo miedo al cuarto lóbrego que da a mi interior,
vuelan átomos de gas color negro marfil y la terminal palabra que susurra una abeja al oído
y yo, yo
yo, querido Mr Shade
le
tengo
miedo
a la oscuridad.
Fino e irrompible celofán que me tiene preso
abajo de mis estáticos globos oculares.
¡Violáceas ojeras dejadme dormir, dejadme levantar!
Quintí Casals
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