Un moscardón cetrino y orondo vuela
en una habitación cerrada conmigo
frota sus alas y limpia sus manos
mientras vuela, es un chuleta,
me mira con sus dos ojos externos
y con sus miles de ojos internos
pero quiere irse,
me tiene miedo
y
todo el rato,
choca contra los cristales,
una y otra vez se golpea,
(incansable)
hasta que el pobre cae desplomado,
otro cadáver, otra cáscara de insecto
que buscaba una salida en aquello que parecía
transparente, imparcial, neutro,
y igual que unos la pasan (suertudos)
cuando está la ventana entreabierta
o lo dejan de intentar cuando se marean
él murió intentando pasar la barrera traslúcida y ilusoria
que es un sueño.
Quintí Casals
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