martes, 2 de abril de 2013



El gusto de escribir un libro de cuentos cortos

[Nunca se habrán fijado
(supongo)
pero si se paran a pensar]

el sexo se asemeja
a la escritura de una carta,
exige presentación,
(con mentiras o verdades)
un nudo
(entre pieles y extremidades)
y una despedida, una conclusión
(al interior del sobre o volando como una paloma blanca disparada)

con cada letra palpitada bien definida,
cada frase muda bien argumentada,
con una estructura libre
y bonita,
[con el talento de hacer bello,
ahora que la gente ni lee ni hace el amor,
lo que muchos ven como una mariconada
o en el otro extremo,
una guarrada]

Un bolígrafo, un teclado, un pene,
son utensilios
que permiten escribir
mediante gemidos o palabras
un pretexto a incremento
de nuestro destino
en tu abdomen o en una página.

Eso sí,
cuando acabe la carta,
(después del clímax)
recuerda de sellarla,
con plomo,
con saliva,

tan sólo,
con un beso
vestido de carmín rojo.

(Ciérrala, lácrala y envíala,
demuéstrame que todo ese placer
[no se despilfarró en tan sólo diversión]
demuéstrame
que valió la pena,
que hubo amor en evaporación y no sudor,
que no escribimos por escribir,
que la carta llegará a su dirección,
sana, salva y en su salsa,

esa carta

llegará directa
(sin qués ni peros)
a nuestro quebradizo corazón)

Ese último beso,
te lo pido,
me lo robas,
(ese último beso
es nuestra única condición)

Quintí Casals

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