En la casa de al lado
la madre grita a sus hijas.
Golpes, insultos, gargantas
desbocadas, revientan los secretos
que merodean, tímidamente,
los bloques de pisos.
Las niñas tienen entre 10 y 17 años,
la madre tiene 50. Cada día lo mismo,
cada día rozan el asesinato, cada día
debo poner música tranquila
para no oírles, para no pasar
miedo. Pim, pam, pum, "¡puta!",
"¡imbécil!"... explotan el aullido
más sangriento... ¿Habrá cogido un
cuchillo carnicero, habrá agarrado
del cuello a la pequeña, llegará
el padre a tiempo?
De repente un silencio violento
se mece en el ambiente. Otro
día que no llamo a la policía,
otro día que me mantengo al
margen, cobarde, pudiendo haber
alguien muerto detrás de la
pared que nos separa.
Otro día igual
se encoge.
Quintí Casals
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