El bienestar general no existe.
Se ha demostrado que los hombres
-superdotados en hostilidad-
no sabemos vivir en comunidades
de más de 150 individuos: nos
es imposible fundirnos en
una familia universal, aguantarnos
los unos a los otros, ser
de sangre correspondiente. Mientras tanto,
en el cuadrado de la seducción -justo
en la apatía de la patología artificial-,
se fabrica una comunicación imperial:
global e internauta. ¡Ah ciudad cosmopolita,
te aplauden, te rezan, te ovacionan! ¿Qué
debe pensar un espejo al mirarse al espejo?
¿Qué puede pretender una falla en una estrella?
Somos un perro arrastrado por la utopía,
conejos degollados por el hombre-lobo
y la espora.
Los voyeours decretan el life-style,
paredes desnudas aclimatan
la esencia. Ping-pong del tú al yo,
entenderse es sumamente difícil.
La pulsera del vegetal
es un todo incluido: oxígeno,
alimento y luz. Vegetar
es una salvación insalvable;
analizar, creo, desgarra mucho más
fuerte.
Las bestias, los bichitos, los humanos,
se comen por desigual; un excedente se
acumula sobre el asesinato. Primates y cerdos,
cadáveres, no musitaban ni musitarán.
El mundo no ama a nadie, no debemos
averiguarlo. El sol, colapsado, lo sabe;
abrasa a los amantes que se besan.
El cielo llora, gota a gota brotan los árboles.
En el ombligo de la nada está
el amor, en el estómago de la existencia
está el odio. Nadie quiere descifrarlo:
ecuaciones que se desintegran
mal.
Una nube abriga el cielo. Los pájaros cantan.
Los pájaros para nada son libres; deben vigilar
la órbita del viento, los aviones,
la presión atmosférica. Los pájaros insultan,
pían al indulto, refunfuñan poder ser flor:
cantar a la vida, crecer bella y fácilmente
aplastable; germinar en el peligro
del permanente observador:
corazón de inocente, color
de inconsciente:
buen olor.
Quintí Casals
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