Contemplación de luz cegadora
Qué hermosa es usted cuando me enseña los colmillos,
cuando muerde, cuando sonríe, cuando habla.
Qué dulce es su enfado, qué pícara cuando me hace la pelota,
qué amable cuando me quiere, qué amable cuando me odia.
Qué raros son sus pedos, su aliento después de un gazpacho, sus mentiras,
que huelen a destellos de magnolias, rosas y demás
y qué hijo de puta es su andar que camina a mi sonrisa
y su sonrisa que cae hasta hacerme caer.
Qué bonita es la timidez de su amor que, vergonzoso,
se esconde detrás de una teta y de un sostén empachado
y qué bonito ese repliegue de grasa que se le hace en el vientre
cuando salta usted de alegría encima de mi polla.
Qué tranquilas son sus palabras, qué terribles sus silencios.
Qué ingenioso es jugar a las damas con su clítoris
y al ajedrez con su cerebro. Con su corazón no se juega.
Qué guapa está caminando entre cerezos en primavera
o entre pinos en invierno. Qué guapa usted, que es perenne, mi amada.
Qué bella está cuando se pregunta por qué ella y no otra
qué guapa está usted cuando está,
cuando existe,
cuando me regala vida
cuando no me falta,
cuando me ilusiona y me hace creer
que aún queda una pizca de carne en la tierra
con sabor a utopía.
Quintí Casals
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