jueves, 30 de mayo de 2013

Odio pasar al otro camastro

Si se fijan ustedes,
dormir
es la diminuta muerte de cada día
así como
el acostarse
es el suicidio,
es el partir hacia descansar
en paz,
a la nada onírica. Desconectado.
Ausentado. Escapado de lo palpable.
Ahorcado en un nudo de sábanas.
Dejando en vano el tiempo.

Usted decidirá cuánto
prematura
es su muerte
diaria.

Usted es libre
de decidir
ésto

(a no ser que quiera contribuir
a continuar con este mundo
gobernado por los despertadores)

Puede escoger cuando fallecer
hoy
¿No le parece increíble?

Si le soy sincero,
por mi parte
ansío poder tumbarme en la cama
tarde,
tener ese período de paz,
ese silente lapso, ese espacio,
mientras duermen muertos esos huracanes,
esos torbellinos,
los dueños de este mundo turbulento
y restan despiertos volando los ojos
de los curiosos, de los fugitivos,
de los sensibles, de los locos de cordura,
haciendo florecer la viola morada
o el arte
en el jardín de Epicuro.

Qué bella es esa tregua de tiempo
en que no
nos molestan esos luciferes.
Qué hermosa es su defunción.

En fin,
mañana por la mañana estoy libre
y llevo un mal día,
siento
que
hoy
volveré a morir
tarde,
me acompañarán
en mi velada
las estrellas extintas
y la tinta de mis destellos.

Mañana durante el rallo de sol
laborable
seré yo quien andará muerto.
Yacido en la cama.
Recuperando vida
para volver a tener
esa nocturna armonía.

Quintí Casals

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