lunes, 6 de mayo de 2013

El zurullo

Un tierno y esponjoso pero férreo zurullo
se derrumba abatido desde un ano
al agua que atesora un gran pozo de porcelana,
se cuela por el agujero limpiamente y se deja llevar por la corriente
recorriendo tuberías y después cloacas,
le observan allí ratones y grillos mutantes
y él, con cara de póquer, les aguanta la mirada,
dos o tres duelos más tarde finalmente
el zurullo desemboca desde un albañal
al gigantesco océano
y se desliza, tranquilo, plácidamente, hacia el fondo del mar.
Se sumerge en diagonal hasta encontrarse unos submarinistas
y los maleducados le hablan mierda,
se ofende y se escapa velozmente
y choca con algunos escollos y alguna alga distraída
y el pobre pierde una porción, dos, tres, veintitantas...
pero sigue el zurullo su travesía incierta a pesar de esa trifurca
y se encuentra el esqueleto de un radiante galeón
apesadumbrado debajo de un telón de litros de agua,
se saludan y sigue él bajando y bajando
hasta nadar en las profundidades el zurullo,

ya allí se sorprende la fauna por su presencia
y los peces le besan con lengua,
una estrella de mar se le pega para ser su amiga
y un cangrejo cabrón lo mutila un poco,
todos le hacen caso ahora
pero por la fuerza de la gravedad
cae, cae, cae

cae el zurullo,
ese fósil aberrante,
esa piedra sucia partícipe de tantos destinos,
ese pedazo de antigua vida,

cae,
cae,
cae
en
el
ol
vi

do.

(como las personas que guardamos en un cajón
después de un tiempo,
aunque su historia fuera bonita,
aunque fuera una buena amiga o amigo)

Quintí Casals

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