lunes, 25 de noviembre de 2013

Poema sin nombre oportuno

Estabas tú, marginada en una silla puritana,
abarrotando, nerviosa, mis oídos con baladas tristes,
con promesas abortadas, con labios antónimos.

Tomabas café, el camarero molestaba sin querer
y tú no paraste de hablar sobre un incidente
en el que tu boca se arrojaba a un hombre neutro,

cuando yo, de pronto, recordé vivir en un enjambre peliagudo;
cuando yo, de pronto, recordé que nada bueno dura para siempre
o tan siquiera para nunca o tan siquiera para un momento.

Mis células se fusionaron paulatinamente con el aire del ambiente,
con las voces de las mesas, con mis neuronas, con mis extremidades...
hasta sentir, finalmente, el peso de mi cuerpo sobre mi silla también puritana.

Sentí agobios firmes. Sentí cierto optimismo agraviado.
Sentí, de nuevo, el peso de la ciudad sobre mis ojeras dilatadas.

Escuché tus palabras (de veras tuve el placer de escucharlas)
y en ellas encontré los restos de lo anómalo

una vez más.

Quintí Casals

No hay comentarios:

Publicar un comentario