viernes, 8 de febrero de 2013


Una rosa entre los rosales

Una rosa vi escondida
detrás, entre arbustos,
temerosa y cohibida,
o era así o tenía disgustos,
seguro que si le daba una caricia
valerosa ella pincharía
a este pájaro triste y mustio.

[Las rosas poseen carácter,
te castran y te enamoran,
tienen tu corazón, tienen el poder,

su escarlata denota que son luchadoras,
no tienen miedo a perder.


Éstas te llenan tanto
que cuando acabes de sus pétalos desplomar
(¿Me quiere o no me quiere su encanto?)
tu alma quedará vacante, ya no te querrá,
siempre defallirás,
a una boca tan bella y loca
déjala gritar, déjala amar
porque sino como sangre vertida
en el adoquinado yacerás.

A una rosa no la despellejes,
sólo quítale la ropa y disfruta de charlar.]

(El resultado de todo mi calvario,
de la destrucción de mi organismo
y de todos los usuales horarios,
es porque dentro de mi mismo
te siento demasiado,
y fuera de mi vital mecanismo
te conviertes en la palabra nostalgia
en mi lúgubre diccionario.

No siento tus espinas palpables hiriendo mi piel,
las siento dentro en mi apogeo literario
escribiendo con sangre roja sobre el papel
la costra que tu alejamiento me ha dejado.)

Pero yo te querré, eres lo mejor que me ha pasado,
mi rosa y mi rosario,
tu peligroso amor y mi oración a este acto involuntario,
el de amarte
por verte escabullida en ese arbusto,
en ese flanco olvidado.

Pínchame, que mi sangre fluya
como la tuya,
por tu tú, por tus costados.

Una única silueta para dos condenados.

Quintí Casals

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