Fútbol es fútbol
Emilio era un árbitro de 3a división,
originario de Albacete
y afincado en Alcorcón.
Emilio tenía dos dedos de frente
y un puño de corazón.
Emilio iba de putas y no creía en el presente,
era un errante del amor
era de todo menos una persona "decente",
un extremo necesario equilibrando la opinión.
Emilio, una soleada tarde de domingo,
decidido fue a pitar frente la popular incredulidad,
la gente lo miraba mal y él percibía el abismo,
Emilio era un escéptico, un anti-sistema a esa sociedad.
Les pitaba para el negocio, se asqueaba a sí mismo,
consciente del movimiento de emociones de esa masa,
capaces de por el fútbol cometer más de una atrocidad.
Emilio comprendía que el deporte era un arte,
se desarrollaba una técnica y se hacia progresar,
una buena pincelada era trabajada como un regate
y con las emociones tú lo podías descifrar.
El problema que Emilio advertía y pregonaba
era el negocio en masa que llegaba el fútbol a mover,
esfuerzo físico y la mucha gente que lo intentaba
y conmovida lo miraba
hacía subir cada vez más el dinero en él y su poder,
el deporte se había convertido en una inspiración enmascarada,
toda la belleza por la aglomeración se echó a perder.
El partido corría y Emilio estaba pensando demasiado,
tenía que estar pendiente o a éste se le insultaría.
El pobre se perdió un poco entre tantos
y como siempre, las malas maneras le hicieron compañía.
Fue entonces cuando el paquete de Emilio se hinchó por los lados,
tenía los huevos que tarde o temprano explotarían
y el momento llegó, pitó un penalti a los locales sagrados,
se le empezó a gritar muchos insultos y injurias
pero el penalti era correcto, fruto de su estar ordenado.
Emilio tenía un plan, reía por debajo del silbato,
era improbable pero tenía que probarlo,
se chutó el penalti y el portero lo paró como un ágil gato,
a Emilio se salió bien y pitó otro,
éste porque el portero hizo manos.
Mucha gente quería matarlo,
él se sentía afortunado y de agrado,
él era el juez, el que decidía todo en ese teatro,
se volvió a chutar y acabó en gol,
Emilio había dado por fin una lección.
La gente empezó a saltar al campo
como seres racionales que somos
a Emilio golpearon y golpearon
por estar en contra del negocio y su aplomo,
había dado consejos de barro
para una sociedad firme de hierro y plomo.
Emilio fue el héroe del día,
uno de esos
que aún creé en la utopía,
un gato listo entre sabuesos,
otro más
al que jamás entenderían.
(otro más
que sólo quería al deporte
por su maestría,
y que entendía
que el fanatismo
sólo consiste
en ser de una patria escogida
y el negocio
el gigante que lo carcomía.)
Aún queda el eco de ese silbido
y ya saben que el eco no entiende de olvido.
A Emilio se lo ha perdido
otro más que ya no hará ruido.
Él sí que era un buen partido.
Quintí Casals
No hay comentarios:
Publicar un comentario