sábado, 19 de enero de 2013

La magnificencia entre la negra selva

[¿No les gustaría
ser un pelo de un huevo
alguna vez en su vida?]

Ser un pelo de los cojones,
de esencia rizada y frágil
que se olvida de las conversaciones
y de manera fácil,
sin pagar a putas o vender su alma febril
(como la mayoría de hombres)
goza de un espectáculo pornográfico,
aunque él no participa en todo ese tráfico,
aunque éste también es un punto en el gráfico.

Ser un pelo de un huevo
es disfrutar con la empatía
sin tener en el acto relevo.
Es el pajero de hoy en día,
el tipo que el pene le grita
cuando percibe el sexo en su esplendor,
cuando se calienta sin sentir el calor.
Él disfruta, no se engaña,
sólo fluye por lo obsceno de su imaginación.

Pero más obscena y sucia es la realidad de esta patraña,
ser un pelo de un huevo es la autosuficiencia de esa sensación,
el aullido más animal y natural hecho artificial,
dejen que observe y haga con mi semen una tela de araña
porque no quiero la vuestra y toda su condición,
voy a engancharme a la mía, esa que en mi comprensión me engaña
y moriré siendo un pelo de mi cojón,
un libre y calmado observador.

[Analiza lo que tienes delante,
sí, eso que no te parece importante
sino desaparecerás en su existencia
siendo una sustancia aberrante,
algo que teniendo la coincidencia
de poder analizar la vida y su arte,
desprecia y sólo vive
en su intento de matarse.]

(No digo tantas tonterías,
sudar de todo es en su secreción ahogarse,
yo mi suicido con whisky y ginebra,
campos verdes y amnesia.
Pero no moriré en el instante
vagando por la ciudad como un grande
si ni siquiera las lineas urbanas
o las inmensidad de tu cuerpo insignificante
haber empezado a plantearte.)

Sólo deja que tus sentidos las manos te cojan
y te hagan por esta travesía su acompañante.

[Ser un pelo de un cojón,
un libre y calmado observador.]

Quintí Casals



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