domingo, 20 de enero de 2013

El peor momento de su/mi vida

Recuerdo ese día como si fuera hoy,
subía las escaleras,
decrecía mi Parnaso,
no lo sabía, tenía creencias buenas,
porque yo era un chico de dieciséis años,
de esos ignorantes pero con malas maneras
que había sufrido momentos malos
por la que sería mi eterna compañera.
Sabía de la muerte y su espera
pero no que subiendo esos peldaños
fallecería mi felicidad al travesar la vivienda
y todas sus pesadas puertas.

Girar la llave,
entrar en la casa,
salir de las nubes,
recorrer en mi duda
el porqué de esa negrura,
esa poca luz, ese poco olor,
llegar y encontrarme con la amargura
esperándome en ese puto rincón.

(Vi su color
vi su dolor,
sólo yo supe
de su defunción,
nada dije,
no tuve valor,
tenía atragantados
en mi boca y con su ruido
los latidos de su interior.)

Yo esperando,
él esperando,
sentados ambos
a nuestro lado,
entre la muerte y la vida,
yo bebiendo Sprite como bebida,
él oyéndome escupir saliva,
en vano, palabras vacías,
su reclamo era mi palabrería.

Murió un bohemio de corazón,
un artista alto y robusto
de inflexible posición.
Ahora allí dibujaba en el suelo
su silueta blanca,
y mi madre en el balcón
llena de esperanza
llorando por la situación.

(Llegaron los médicos,
dijeron lo que ya sabía,
me escondí
de mis padres y la realidad,
no quise discernir
lo falso o la verdad.
Yo y mi abuelo
pudimos ser dos niños
que con el arte jugarían,
él se fue y me dejó:
escribiendo, dibujando,
jugando,
y no pude superarlo
por eso escribo hoy,
por eso letras lloro,
por eso al abismo de los genios,
de las tragedias, de los gemidos
directo me voy.)

Recuerdo ese día,
un momento anempático contra una vida,
muchas discusiones y muchas molestias
para siempre perdidas, consumidas,
él que era mi segundo padre
y mi única comprensión
quedaría relegado
en esa esquina de la habitación.

(Pero ya no juego con niños,
ya no existen de esos, libres, curiosos,
me siento solo abuelo, sin tu comprensión,
me anido en los charcos de lágrimas
en mi más profunda evasión,
vivo solo, muero solo,
sino existe una de nuestras comidas,
serán mis ojos o la carencia de calor,
será que soy yo y mi constante desconexión.)

Te espero dónde sea,
en tu efímero rincón,
ese dónde la gente te deja
cuando te deslizas
por su incomprensión.

Quintí Casals

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