Humo blanco
Ingiero el cálido humo
de mi fuga, no de industrialización,
doy un salto a lo más alto
mientras se me esfuma la razón.
Me perturba, me gusta
y me río, pero no sonrío,
si lo hiciera sería una farsa,
porque siempre pillas
en lugares ocultos y sombríos,
como tu estado,
muy parecidos
lleno de humaredas,
pero vacío.
[Recuerda,
somos los esclavos
de la umbría,
de las sombras
que nos guían,
día tras día.]
(Me soluciona los dolores
mientras me miran mal los señores,
yo paseo con un biturbo
como quien pasea con un perro,
sólo es cosa de valores,
no apta para algunos
ni tampoco para menores.
Me relaja en su estancia,
mientras me inhabilita las neuronas,
me hace feliz en su esencia
porque se sonríe cuando se ignora,
cuando el mundo se degrada
y sólo estás tú sin conciencia.)
Conoces a mucha gente,
disparatadas y pintorescas mentes,
muchas veces nada combativas
quedadas en su olvido más indecente,
echadas, acurrucadas, dormidas
delante de tu despertar aparente.
[Sí, ése que te da alas
que te hace volar entre tricomas,
ése que drogada tu mirada
te hace creer que el besas el cielo
y en realidad si miras tus etapas pasadas
hace tiempo que revoloteas por el suelo.]
Pero la cadena de la costumbre y su gusto
moldearon mi rutina más perturbada
y el nihilismo de mis pupilas dilatadas,
no creo ni en mis pasos,
no creo en nada,
sólo en poder caminar un poco
tras dar mi última calada.
(Saqué el humo otra vez,
volví a reiterarme,
acabo el poema como lo empecé,
qué cortos se hacen los instantes
cuando esfumas toda tu energía
en volver a hacer lo que te mata cada día,
aunque sea más sana que otras drogas
no deja de doler en tu melancolía,
ríes mucho para después lamentar más todavía.)
Ésto iba a ser una alegoría
pero lo siento,
soy otro esclavo de la umbría.
¿Por que crees sino que se empieza pero no se abandona?
Puede que sea que la curiosidad nunca perdona.
Quintí Casals
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