sábado, 19 de enero de 2013

Dos Hidrógeno y una de oxígeno

La lluvia y el tormento
iguales texturas,
diferente estrucutra,
una es naturaleza
y el otro la unión de lamentos,
de flojos sentimientos,
una viene de las nubes y su grandeza,
el otro de la amargura y demasiada cerveza.
Fría, muy fría es su procedencia,
unos a pocos grados
y otros sin circulación sanguínea,
es cuando llueve hacia tus lados,
es en tu interior una tormenta,
cuando llueve,
cuando recuerdas el pasado
es porque éste te atormenta.

[Continuo en ese bar,
con todos los leales camaradas,
pon dos de hidrógeno
y una de oxígeno
para estas vidas pasadas,
de rosca hoy y ya lejanas,
que nosotros morimos solos,
acompañados por el ánimo recíproco,
acompañados por una copa,
mucho polvo y muertas plantas,
que nos caducan,
que nos condenan,
porque el agua, la lluvia, el tormento
nos gusta como el alcohol,
como la droga,
solo,
solos.]

Cuando a cantaros llovía,
picaban al suelo fuertes las gotas,
pero sonaban mucho más enérgicas
las moléculas procedentes de cañerías.
Retumbaban y resonaban
mucho más, al filo del precipicio,
en el extremo, con sacrificio,
nosotros éramos esa tubería,
porque éramos carne de cañón
gente que no encontraba sitio en esta vida
y ésta nos atronaba en nuestra evasión.
(Se nos golpeaba fuerte
porque vivíamos en las sombras,
tonalidades parecidas a la muerte,
el negro de la oscuridad,
los puños de la poca suerte,
esa fuerza de falsa libertad
que en una silueta negra
te convierte.
La noche no nos confunde,
nos abraza y nos define,
porque jarrea,
malo es si este reflejo
es eternamente posible.)

[Continuaba lloviendo,
la última ya,
de la birra al barro,
lo arreglaré quizá
cuando salga el sol
cuando pueda dar dos pasos.]

Pero si nada cambias,
si no te mueves,
la sombra no se irá,
nada te iluminará,
el charco y la lluvia
allí seguirá.

(Sigue lloviendo)

Quintí Casals

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