I - Nacer
Hombre sin historia, nunca
abrí la vagina de mi madre, nunca
escapé de la placenta. Sin querer
vine de culo, nací por cesárea.
Sin querer preferí surgir destripando,
dejar cicatriz, marca. Salí y un azote en
el culo y una lágrima y un sollozo; abrir
los ojos y examinar las láminas descoloridas
de la felicidad. Aparecer, gatear, desgastar
el chupete y -a partir del año- empezar a andar.
Recibir un consejo, dos, tres, tropecientos -no
hables con la boca llena, no fumes, no abras
a desconocidos- y nunca escuchar. 1994,
mi año, cuánto chocolate queda por comer,
cuánto océano queda por nadar.
II - Crecer
¿Qué es un GPS, qué es una señal,
qué es una brújula en este sendero austero -mediocre-
que es la vida? ¿Qué es si el aroma se disgrega
como trigo molido en un molino? ¿Qué busca,
adónde lleva? Homero y su Odisea y su
Ítaca... ¿Cómo lo hicieron, cómo interpretaron
los efectos y las causas del lobo? Soy cero y
seré lo que pude ser. He caminado mucho y
así debo seguir caminando; comiéndome las
uñas, pestañeando las percepciones, siguiendo
hacia adelante. Iluso por encontrar algo, soñoliento
por articular un futuro... caminaré, valiente, por las dunas
distraídas de un reloj de arena. Caminaré y encontraré
conchas, latas oxidadas, zurullos y carantoñas. Caminaré
y encontraré personas -guapas, imbéciles, desechables,
gemelas- de las que nunca sabré nada. Caminaré y
fermentaré amigos muy amigos, muchos besos y algún
amor. Caminaré y se pondrán las corbatas de moda.
Caminaré y algunos me aclamarán, caminaré y otros me
insultarán. Fingiré que existen las ideas y que soy un arquetipo
medido por el azar. Caminaré y me llamará el viento.
Caminaré y me comerán las piedras. Nunca veré
nada más que camino. Nunca veré nada más que
destino. Asolaré mucha música, compraré muchas
naranjas, acercaré mi oreja a la caracola y escucharé el
son del ayer. Caminaré y conquistaré tierra, aire, agua y
fuego. Instante tras instante, caminaré: envejeceré.
Aguante tras aguante, caminaré: creceré. Aunque
tenga que limar mi sangre, aunque tenga que vomitar
alegrías y agonías, aunque mi cerebelo se cubra
de una infame fe platónica... caminaré. Caminaré y
los pasos difíciles y las huellas marcadas. Caminaré
y el absurdo crédulo y el agua abrasada. Caminaré
hasta ser anticualla de carne y hueso. Caminaré
-nunca cesaré, nunca resoplaré- hasta morir
en el intento. Eco, eco, eco... caminaré.
III - Reproducirse
Una mezcolanza de químicas humanas
intenta dormir hoy en una vagina
o en un pene. No dejo de ver
comportamientos de búsqueda carnal.
Hasta las farolas quieren follar. Hasta
las señales de tráfico quieren follar.
La meta final de este periplo terrestre
es dejar tu espora en algún lado.
Vendemos nuestro órgano más preciado
a esos grifos de orín tan sólo por
el fin de la procreación placentera;
la huella que se seca en el cemento.
Asquerosamente hermoso es que
nuestro mayor objetivo en esta vida...
sea llegar hasta esas partes húmedas
ambiciosas de la peor y la mejor
de nuestras esencias.
IV - Quejarse
Me pregunto a veces si sería posible
parar por un momento el tiempo: pulsar
un botón, derretir las poblaciones y las
horas y las gasolineras que se perdieron
un tal día de junio. Si sería posible pararse,
dejar el presente circular, soplar la corriente
difusa como vapor de cristal. Irse hacia el blanco,
podrirse hacia fuera, escuchar discos y discos
de Queen sin que los vecinos se quejaran. Sin
radios, sin astros, sin mareos ni tensión... vivir.
Diagonal y transversal, coger un cuchillo de
plástico y cortar las sílabas del día y trinchar
las tildes de la noche. Quemar el calendario,
la monotonía y sus protocolos ahumados.
Existencia basada en hechos reales, subtitulada
al pasatiempo, apta para todos los públicos...
¿Podría usted poner un STOP en el camino,
soplar una ventisca fresca, enchironarme en un
claustro francés? ¿Podría dejarme descansar
dónde nadie sepa nada, dejarme respirar en
la eternidad, disecar mi alma
en una fumata blanca?
V - Morir
Pinos, tierras y risas descaradas duermen
en el volumen de la oscuridad del camping.
Ya no se ven los grafittis, ya no se ven
los tejados, las palmeras. Cuando la noche
tintinea sus últimos rumores de luz y Colliure
enciende el faro y los coches encienden el
xenón, el color se acalla y aúlla el rubor
enfurecido de los mendigos. Las pupilitas
de las gentes fallecen, en oniria se hunden sus
parpados como una cortina de plomo. Descansa.
Por la noche el olor muerto de la carnicería se esconde
y las casas se vuelven verjas, puertas, candados
duros. Cuando las calles desaparecen con la niebla
y no avisan... la luna es una cama pequeña, la vida
es un abrir y cerrar de ojos. Al lado de las pistas de tenis
una playa de cemento se moldea. Las palomas se asustan y
se van, la sombra lubrica las sombras y las carreteras
se esfuman en el límite; es entonces cuando el infinito
pesa en las estrías de los peces. Como un ladrido de perro
a las 4 de la mañana, como una uva seca en septiembre... las tinieblas
se rompen disociándose en oxígeno y confianza. Como una madre soltera,
como las propias farolas y luciérnagas, la noche espera al espíritu santo.
La noche espera brillar, salvarse, volver al lado flemático del sol.
La noche espera que el orden astronómico vuelva a la bombilla,
que el mar se apropie del enero, que el mármol brille mal...
a diferencia de todos nosotros, la noche
espera ir hacia la luz
y morir
y morir
y morir...
para resucitar
-como Cristo-
al día siguiente.
Quintí Casals
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