jueves, 29 de agosto de 2013

Sólo en casa

Mi casa es mi cabeza:
mi cuarto, mi crepúsculo de soledad, mi colosal teatro.

Por ella se garbean las motas 
de la nada y los átomos del todo.
Lo tangible y lo intangible.

En ella
se pasean miles de personas que
decido conocer o no 
y deambula el tiempo,

se divisan bastas llanuras,
caóticas constelaciones,
cancerígenas ciudades

y se saborean los animales
y se huelen los animales
y se oyen los animales
y se ven los animales
y se palpan los animales.

Nunca se agota el combustible de mis percepciones.
Miles de trozos de existencia entran libremente en mi casa
sin parar, sin pedir permiso, sin quererlo;

chispea continuamente la vida en mi mente,
siempre está mi pobre cabeza ocupada.

A veces le llegan comunicados desde el corazón,
a veces le llegan telegramas desde el pene,
a veces ella misma ni se entiende

pero todo pasa por ella,
es la dictadora de mi dictar.

Si ella no existiera, yo no sería.
Si ella tuviera alzheimer, mi historia no sería.
Si ella no supiera de aquello, aquello no sería.

Estoy condenado a vivir de ella.

Estoy condenado a que
mi casa sea mi cabeza
y mi lugar en la vida
sea yo mismo

pero bueno, a mí ya me está bien;
ese es el precio de la vida.

Quintí Casals

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