Me gusta salir a pasear al perro por la mañana
porque irradia el primer grito del día
y lanza a las personas a hundirse
en la jornada laboral.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque veo como los comercios abren sus bocas
y los compradores acaban en la panza mercantil
cazándose ellos mismos.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque también salen otros perros
y otros amos
y otras caras que no miran como miro yo.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque descubro a los basureros
lavando la cara a la ciudad
que la noche anterior de seguro que no ensuciaron ellos.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque disfruto con los ojos amargos y dormidos
de la gente al pisar las baldosas del cielo
de un paraíso artificial hecho con sueños.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque mi perro riega las flores y los arbustos que
el ayuntamiento ha situado estratégicamente
dónde les interesa y conviene.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque los niños antes de ir al colegio
regalan su último y inmaculado júbilo
a los esqueletos andantes que necesitan café.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque las carreteras son invadidas por líneas de coches
y los árboles por líneas de pájaros
y cantan los picos y cantan los cláxones y no se oye nada.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque siento como la ciudad abre sus pétalos
ante mí.
Me gusta salir a pasear el perro por la mañana
porque al recoger su boñiga con mis manos
siento que cojo el mundo,
siento que está en mis manos
y se descompone
y hace que recuerde que no me gusta nada
salir a pasear el perro por la mañana.
Quintí Casals
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