martes, 6 de agosto de 2013

Peces en el mar

Existe ahora en algún lugar una mirada gruesa y abisal entre dos peces.
Puede que se enamoren. Puede que lleguen a hacerlo.
Su memoria dura 3 segundos pero, al final, consiguen lograrse.
Refulgen llamas y piano durante ese corto rato,
durante ese mísero y esférico tiempo.
Después se olvidan y ya. Se agota la mística al 100%.
Ese cuerpo homogéneo se divide en dos y
ambos se dejan llevar por la corriente.
Se encuentran en los bares de algas, entre bancos de peces,
en según que conchas y puede que ni se saluden.
Desaparecen en sus ojos, en sus intenciones, en su (a)mar.

Y es triste que así sea. Que desvanezca algo tan eterno tan rápido.
Es triste cuando un rayo de eclipse vacío invade sus cuerpos
por la erosión de la magia amorosa
y deja de oler bien esa vagina o ese ano

y las sonrisas son de plástico
y la luz desprendida de neón
y la pasión de mera silueta

y sólo les queda
buscar entre más peces en el mar.

Quintí Casals

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