Hubo un tiempo en el que no existía mi nombre,
tampoco mi carne y tampoco mi aliento.
Hubo un tiempo en el que estuve en manos de
la casualidad o era un proyecto del tiempo
o simplemente no era.
Hubo un tiempo en que no palpaba los colores
ni los olores ni el ruido ni el gusto de los nenúfares
o de las ranas.
Hubo un tiempo en que ni tan sólo era un espermatozoide
ni sabía que era eso. Bueno ¿Qué era saber para mí entonces?
Supongo que ni yo lo sé.
Hubo un tiempo que no había tiempo
y de pronto la todopoderosa Nada
me entregó a la vida y al florecimiento de las horas y al espacio
y a un cuerpo y a un Yo
y al temer el volver a no ser.
Pero no pasó nada
ni tampoco pasó todo,
sólo sucedió la tos de algo aparente y perceptible
llamado infinito
y existí.
Quintí Casals
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