¿Dónde?
Dónde quedará ese espacio
dónde se guardan las almas
-aquellas que se equivocan de cuerpos,
se visten de existencia y hablan o piensan-
dónde quedará ese espacio
dónde se guardan los sueños
-aquellos que se cumplen o se frustran,
comen del tiempo y mueren de desidia-
dónde quedará ese espacio
dónde se guardan los pensamientos
-aquellos que amargan a uno el café y
pisotean al corazón o a mi pene interno-
dónde quedará ese espacio
dónde se guarda la imaginación o la oniria
-aquellas pinceladas y fragores de color
que rehacen al mundo o a las mismas ideas-
dónde quedará ese espacio
dónde se guardan los trastornos por drogas
-aquellos que giran las percepciones, crean
serpentinas de luces y desestabilizan tus pasos-
dónde quedará ese espacio
dónde se guardan las emociones
-aquellas que te dejan desnudo delante del
sentimiento para que éste te bese o te insulte-
dónde quedará ese espacio
dónde se guarda el saber
-aquellos interrogantes y aquellos iguales
que responden o no a nuestros tambaleos-
dónde quedará ese espacio
dónde te guardas tú,
de seguro que no es el sitio desde dónde me estás leyendo
y puede, sólo digo puede
que te escondas, oculto en tu piel,
en la infinita nada dentro de la nada de la vida.
Igual que se esconde tu mismo cuerpo, ese arbusto o ese ornitorrinco.
Somos un mar visto desde arriba: inmensos de sabiduría y desconocedores de nuestra vida interior.
Estamos condenados física y metafísicamente a no ser nada más que tiempo,
aliento de viento.
Quintí Casals
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