martes, 11 de junio de 2013

1994

Los días pasan uno a uno
bajando los marmóreos escalones
de mi brote fetal hacia mi muerte.

El oxígeno me regala chispas de aire
mientras carcome lenta y plácidamente
la armadura de
mi juventud y mis años
y florece entre la espuria piedra
la flor de mi experiencia cuál pétalos
de sabiduría en cada milésima de segundo
que pasa.

Desde esa luna en que mis padres no decidieron
engendrarme pero sí decidieron besarse
fuerte. Desde que ese condón se fracturó
y me escapé del pene de un tal Quintín
con residencia en Lérida
y me escondí de una persecución enemiga
en el óvulo de una tal Eva

la vida pasa y nunca frena,
como un tren de juguete
rodando en un circuito redondo desde el 94

que sigue éste sin lugar dónde posarse,
sin destino alguno,
sin motivo para morir frenando
y sin motivo para vivir transitando. Estando
apacible, anónimo y recurrente girando
entre su humo y entre la nada.

Soy yo un error dentro de un error llamado vida.
Tuve la suerte de existir. De tener fecha de
fabricación y de caducidad.
De llegar en ese preciso instante al óvulo
para llegar justamente aquí
sin saber ni que es este lugar.

Perdiendo el tiempo y muriendo desde ese febrero
en que aparecí. Aunque nada perdí
porque el tiempo no lo tiene nadie
y su breve paso
es imposible de descifrar.

Quintí Casals

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