Mutación de un egoísta crónico
Si usted se para a escuchar
las conversaciones telefónicas o íntimas
del metro o las ramblas.
Si se digna a no girar la cabeza a
esa niña vagabunda, a ese muchacho de piel bruna
o a sus seres más próximos.
Si se fija en la urbe que es un hormiguero,
en el proceder lento de la oruga o en
como su perro también tropieza
dos veces con la misma piedra.
Si es capaz de enamorarse o llorar
o de impregnarse con las tragedias y las risas.
Si consigue admirar
las diferentes letras que las gentes
untan en los papiros o
el color favorito de Menganita o Menganito.
Si logra salir por un momento de su piel
probablemente se de cuenta, ser egoísta,
que sus pupilas le han engañado toda su vida,
que su vida le ha engañado toda su vida
y que aunque siempre haya estado solo
en la infinidad exuberante de la nada;
sí, falso ser único, divino y existencial:
existen más realidades, más sangres,
existen más problemas, más ilusiones,
existe el compañerismo, la solidaridad
existe la amistad, la empatía
existen a parte de usted
más seres vivos que le ven desde sus ojos
como usted los ve.
Hágalos sonreír y sonría.
Deje de ser usted y sea ellos.
Viva regalando vida.
Quintí Casals
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