Pagar 70 euros por la fiesta de fin de año
y otros muchos antes para poseer smoking, camisa y zapatos;
afeitarse, peinarse y comer langostinos...
mirarse cara a cara el telenoticias de las tres
con sus bombas vibrantes,
con su "murieron 10 niños en Colombia"
y ver que las raíces de los árboles
-desde lustros atrás- podridas están
para fuera,
que las paredes blancas -del manicomio
que el mundo es-
cubrieron todo el cielo visible.
Brindar con cava que otros 365 días más
serán para los cobardes,
que nada de nuevo les ocurrirá
a los noctámbulos
y escuchar a las 4 de la tarde de un Madrid sombrío
el "feliz año nuevo" en Tokio.
La eternidad siempre fueron los padres.
No queda paz para los ladrones del tiempo.
Quintí Casals
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