jueves, 25 de septiembre de 2014

Ubicación

Siempre hablamos sobre el amor,
sobre el sexo, sobre la triste, absurda, desolada
desesperación del ser.

Hablamos demasiado, parcamente demasiado,
sobre todas esas burdas enmiendas,
sobre la coca, los dioses, la imbécil patria
de nuestra casa, la retransmisión deportiva
del siglo.

Hablamos demasiado
y decimos ser felices, estables.
Creemos en tal causa, en tal efecto.
Creemos parcialmente, en un grácil intento de supervivencia,
que nuestros ajetreados e inseguros
pasos
fueron por aquél corriente
-quizás flujo-
por dónde debían
corresponder.

Siempre hablamos, refutamos, respondemos
y no sabemos, pocas y solitarias veces sabemos,

que el deseo se pudre
conforme la flor medra en placer,

que el animal que habita nuestras pieles
quiere correr

y que el miedo que ruge bajo nuestra
interminable desazón de cagarla

es aquello
que, en valor y escape,

nos hace mover

hacia el destino.

Quintí Casals

martes, 23 de septiembre de 2014

Olla a presión

De tothom es pot aprendre quelcom, fins i tot a no ser com ell.

Mon'pare

Sin duda alguna,
lo siento :), pero
me he vuelto un cínico.

Sin ninguna que otra causa
o ambición superlativa,
me he dejado correr, en alma y piel,
por la brava corriente y el recio peñasco
del no consejo.

Y tampoco es que me haya vuelto tampoco
demasiado
pesimista, ruidoso, antipático;
no es que no quiera seguir ética alguna,
hastío protocolo o saludo cordial...
sino que, francamente,
no me importa ser huraño,
extraño, raro;
no me importa
negarte la opinión,
cagarme en tu puerta,
darte la razón.

Dejó de importarme ya...
¡Por fin!

Después de tantas broncas,
después de tantos malentendidos,
después de escuchar
diablos y barbaridades
sobre mi conducta, sobre mi desdoblada postura...

cesé a comprender, ya que no hay
nada más maduro que la comprensión,

que, por mucha fuerza que
mi tendón y piernas hagan,

por mucho que les lleve
a volar por las nubes
de la tierra firme...

la gente seguirá siendo
igual de

imbécil.

Quintí Casals

domingo, 21 de septiembre de 2014

Malas pulgas en vinagre

Tengo ganas de herir y de sangrar,
ansío
deseos de crema de cacahuete
y jamón.

Anhelo ser y sonreír, buscar y encontrar,
perderme en mi capacidad
de ser experto
en la huida.

Nunca habité la acción y la respuesta,
nunca quise estar aquí ni allá,
nunca merecí ni el frío ni el calor,
mas las estrellas
iluminaron siempre
cualquier carretera o sendero
por el que yo quise
caminar.

Ando perdido, olvidado, descuidado
entre mercados, escaleras
y alfileres oxidados.

Ando en la grieta
del labio.

Ando en la apología
del adiós.

Mis palabras son secas.
Mis insultos, augurios.

Me he ido a tomar por culo
y, sinceramente,

estoy bien.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Plegaria al abismo

Todos esos estúpidos poemas
que mi mano ha escrito, todas esas
búsquedas inciertas que mi corazón
ha echado; todo ese cinismo, ese odio,
esa soberbia hacia las gentes que respiran
como ciertas, como firmes; toda esa patraña
del alma, de la sangre,
de cada uno de los horizontes que
se han
borrado;
todo este cuerpo mío,
roto, melancólico,
esparcido
en los arenales de la fugacidad.

Toda esa muerte
envuelta
en el embudo del silencio,
todos esos escupitajos
hacia lo libre,
todo ese Quintí que se degrada
finde tras finde
en la pista de baile...

no es más que la mera
pasión intangible
por lo intangible.

Toda esa plegaria
al abismo

no es menos que la remota
falta de aire

que delimita el terciopelo del amor
y aquella camiseta favorita

que desde hace
algún tiempo

se quedó pequeña.

Quintí Casals

lunes, 8 de septiembre de 2014

Pedo, culo, caca, pis

Ya dejaron de invitarme a las cenas,
ya dejaron de buscarme sobre la acuchillada
barra de un bar;
ya no soy interesante,
ya dejaron de aplaudirme.
Desde este preciso instante,
ya no estoy aceptado en la fiesta
de vivir.

No pasa nada.
No estoy preocupado.

Voy a seguir dibujando al cocodrilo
y a todos sus dientes.

Voy a seguir bailando,
loco,
como dando círculos en un círculo.

Voy a seguir haciendo
mi carajillo ocasional.

Ya dejaron de darme clases y sermones,
ya cesaron de hablarme una y otra vez
de cómo frenar la presa.

Entendieron, al fin, entendieron
mi poca fe en la causa.

Entendieron, después de tantos
lastres y tantos matices,
mi tartamudeo al respirar.

Lo siento.

Yo no tengo piel,
tengo escamas.

Soy un ser acuático
que bucea entre
sus

lágrimas.

Quintí Casals

Sobre la droga

Coca-cola.
Café.
Alguna que otra aspirina.
Cócteles, whisky, cerveza.
Pastillas para dormir.
Una tarde en la ruleta.
Cigarros, caliqueños, porritos.
Speed, éxtasis, cocaína.
Un polvito solicitado en Tinder.
Una cita solicitada en Badoo.
Amores con aires de grandeza.
Personas con aires de quimera.
Leer a Punset, a Bucay, a Coelho.
Dibujarse un Dios y creerse la Bíblia.
Mirar al sol y a las musarañas.
Cantar un gol y besarse el escudo.
Morrearse, tocarse, mirar.
Disfrutar de un paseo junto a tu sombra.
Disfrutar de un libro junto a un árbol.
Abrazar a una madre.
Comer una buena fabada y tirarse un buen pedo.
Comprar unos zapatos a conjunto con la camisa.
Pintar un cuadro, tocar el violín, cantar
bajo la lluvia o tirarse en la cama
un día entero.

Aquél de ustedes
que nunca en su vida

se haya drogado,

que tire la primera piedra.

Quintí Casals

sábado, 6 de septiembre de 2014

Canción a mi madre

Mira, madre, a pesar de ser consciente
de todo aquello que se me ha ido de las manos,
a pesar de mis erupciones y de mis muchas
dudas,
nunca me quejé antes,
madre.

A pesar de ver 1000 videoclips idiotas al día,
a pesar de haber gritado demasiado,
nunca antes
dije nada.

Desde esos días dónde yo, incrédulo,
gateaba por las pasarelas de un hogar pequeño,
desde todos nuestros desacuerdos pertinentes a la misma
sangre y espacio, nunca osé si quiera pensar
que había alguna
refuta
sobre la mesa.

Pero hoy las cosas llegaron a su tope, madre;
hoy las páginas del poema cayeron
y el día se vertió
en un blanco
monocromático.

Hoy las palomas dejaron de llegar a tiempo,
hoy las palabras silbaron y los puntos finales
escasearon demasiado
en la despedida
del ruiseñor.

Nunca osé decirte nada, madre.
Nunca quise hacerte preguntar.
Mas siento, incluso, que callado estoy.

Pero es que el cuadrado
esta vacío, madre.

Es que aquellos, todos aquellos
que circunvalan las rotondas y las avenidas
de esta puta ciudad,
todos esos brazos, todos esos ojos,
todas esas sonrisas
pactadas como estables
en el oscuro recibidor del buen ciudadano,
saben que yo
nunca
sabré volar.

Toda esa gente que
me mira como raro, que me mira sin entender,
que me mira, incluso, algunas veces
como si yo fuera un
grave paciente
de una no conocida
enfermedad emocional,
sabe que yo no apago siempre
a su debido tiempo
el ordenador.

Ay, madre, tú que todo lo entiendes,
tú que el timón controlas,
arréglame la mirada,
fraccióname en pedazos
como lo hiciste
con la zanahoria.

Llévame allí dónde no haya
polígonos industriales,
arrástrame allí dónde no llegue el humo
de las centrales nucleares.

Ay, madre,
que esta carne se me hizo agria,
que esta geometría basada
en mostrarse y acicalarse
no me agrada.

Devuélveme, tú que me amas
más allá del amor,
allí dónde la tranquilidad sea justicia,
allá dónde las nubes se hagan prietas
y pueda caminar
sin destino.

Ay, madre,
no me dejes aquí
aplastado
entre las líneas de lo convencional.

Ay, madre,
no vuelvas a marcharte
cuando se me haga
corto
el abrazo.

Ay, madre,
tú que me engendraste en este
huracán
de soberbias y responsabilidades,
tú que siempre me dijiste
que hiciera bondad...

devuélveme, oh devuélveme,
madre,

allí dónde todo sea éter,
a ese lugar próspero,
voluptuoso,

que es el cuenco
de tu vientre.

Quintí Casals

martes, 2 de septiembre de 2014

Simetría no estable

Asimismo como el perro abandonado de su amo
o la hiedra desheredada de su raíz,
así como el zapato y sus cordones,
el cuerpo se asemeja
ciertamente
a una piedra de aire,
a una piedra de luz.

Asimismo
como el condón usado del lavabo de discoteca
o como la leche sin lactosa de la vaca transgénica,
el cuerpo se sucumbe
poco a poco
en una cascada de agua
adentrada malogradamente
en los muelles
del tiempo soluble, del espacio finito.

Y lo que queda después de la
fechoría
del límite sensorial del cuerpo
y lo que traspasa de la misma forma
su casualidad y su destino,
no es más que un monigote tangible, eyaculante;
no es más que un gran hombre invisible
en color y relieve.

Sin embargo, doctores, psicólogos, sociólogos
y demás
te contarán en magistrales y doctas clases
cómo el miedo se materializa en la memoria,
cómo el vértice sanguíneo delimita los andares,
cómo órganos, cerebro y corazón
nos levantan
mañana tras mañana
de la cama.

Mas mejor no los creas,
el cuerpo más que una
máquina
de beber orujos y comer calamares,
es una interminable y ociosa
bolsa de basura.

El cuerpo,
imbécil pretérito en búsqueda de la felicidad,
se rellena, atiborra, acrecienta
contínuamente
-en un intento de identidad-
de ideologías fluctuantes
entre utopía y progreso,
de épicas morales de todo a cien,
de amores guarros,
perecedores, (tamaña vez sinceros)
que germinan
entre el ir y venir.

El cuerpo, triste como el calefactor de montaña,
lejano como el aire acondicionado de mando a distancia,
se calienta, se enfría,
se pudre, se aleja
conforme el razonamiento o la situación
lo confíen.

Sinuoso por el presente,
enmohecido por el futuro y el pasado,
vive eternamente
asustado
entre la rabia y la idea,
agrietado
entre la estabilidad y la entreguerra.

Ya que el cuerpo no es sólo aquello que come,
sino que también es aquellas heces que caga.

Es némesis de esquina
y pertenece a todo aquello porque sonríe,
traspasa todo aquello por lo que celebra.

Mas a veces, no obstante,
se desmorona en la trastienda del pasado,
se enrebasa en preguntas y deformidades
y, tonto de él, el cuerpo,
confía demasiado
en el espectáculo del mundo.

Entonces el cuerpo sufre, entonces el cuerpo llora.

Y, aunque los padres y madres no lo quieran,
el cuerpo es así: imperceptible, impenetrable.

El cuerpo, nos duela a los cuerpos o no,
no es cuerpo hasta que cree que es cuerpo;

por lo tanto el cuerpo no existe,
por lo tanto el cuerpo no ocurre...

hasta que la clarividencia de estar pagando
el telepeaje de la vida
se sentencia en sus escrotos

y el incendio perpendicular de la
desmedida muerte
agrieta
sus músculos y dientes

en la nada de lo incierto.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Canción mundana

¡Oh, mundo, áspero y salvaje mundo...
disuélvete en mis manos!

¡Oh, mundo,
perdido en la geometría del azar,
ensimismado en la carretera del instante...

yo te nombro
equidistante

en el ano del vacío!

Quintí Casals

Volver

Cuán terrible es la triste enmienda de volver;
cuán ortodoxa, cuán correcta, cuán lúgubre
es el volver a empezar, el volver a partir.

Volver al hogar, a la costumbre, al principio.
Volver a acertar, a equivocarse.
Volver a volver.

Cuán terrible es volver
a los anales de la periferia,

el regresar
al apellido circular
de la avenida y la esquina.

Cuán terrible es la redención, la mano tendida
y cuán difícil aceptar cuánto la célula necesita

escapar de volver al olvido,
olvidar cómo volver.

Quintí Casals