Los penes lloran,
las vaginas dan palmas;
canciones de Barry White rapeadas,
vibran en las habitaciones: sexo asegurado.
Dos jóvenes,
están proyectando
sacos de orgasmos
en medio de la calle.
Dos viejecitas sentadas
en una silla de playa, los miran;
comentan, exponen su conclusión.
Pascal, Jesucristo y Cristina Aguilera,
se disponen a empezar una orgía
junto a unos rohynolps y unas
pistolas de cuero floral.
Quinceañeros rellenitos con gafas,
encuentran un amor oblicuo
entre charcos de hormonas
desparramados
por el suelo.
Tus padres,
follan por la noche;
rompen sin querer el silencio.
El perro, Bugs Bunny, la margarita
y sus principios de fecundidad, placer y química...
procrean su especie motivados por la genética y el gozo.
Ocho preliminares y medio,
estás encima de tu chic@
mascullando los besos
jugosos y la carne
tensa -palmada
al culete
tierna-.
Una bandada de espermatozoides
libra un duelo atroz; el óvulo
espera sentado. A veces
el renacuajo llega, otras
veces se empotra
en el látex, en
la mano, tu
techo.
Acabaréis,
y virilmente encenderéis
un cigarro, hablaréis teorías
facilonas, os volveréis a vuestros labios
y, felices, brindaréis por un nuevo polvo.
Ese día cantaréis por la calle,
no os importará ir a trabajar
y entenderéis el sentido
de una carantoña
sideral.
A veces pactaréis un bebé,
a veces haréis el paripé
pero de seguro
que sonreiréis
afirmando
que
hacer el amor,
es el mayor
principio
de vida.
Quintí Casals
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