domingo, 2 de febrero de 2014

Longevidad emocional

Fulanito, Fulanita:
os conocéis, os gustáis,
todo va como tiene que ir;
nace un amor y las cabecitas
                      hacen solsticio.

Quedáis varias veces por día.
Un niño encarna vuestros cuerpos;
largas mantas de besos, complicidad total,
duchas calientes por la mañana... ¡Qué bien lo pasáis!

Os buscáis, os encontráis,
os necesitáis... sois débiles si no estáis.
Reciprocidad mágica. Sois sumamente felices solos;
ignoráis todo, tan sólo importa vuestro abrazo ególatra.

Crecéis. Os volvéis adolescentes desvariados, indolentes, instintivos.
Empezáis a veros los granos, la panza fofa, el carácter odioso.
Primeros "Vete a la mierda". Primeras
discusiones centrífugas.

Burláis vuestros fetiches,
folláis mucho; ya nunca
hacéis el amor.

Os cubren los celos,
-que si David, que si Cenicienta-
todos son un peligro. Creéis que tales
fornican a vuestro chic@. Os anticipáis.
Primeros cuernos, segundos, terceros, mil.
Transitáis varias vaginas, glandes, maracas...
aquello parece insostenible. Rompéis varias veces,
volvéis, folláis mucho y rezáis: "señor, que todo se arregle".

Os hacéis mayores, maduráis la actitud,
ignoráis esa era caótica y os aceptáis en el rencor.
Vivís de ilusiones esperando algo que ya no volverá.
Cenáis día tras día optimismos caducados, ya nada es
lo que era. Os dais cuenta una noche -ya no hay nada que hacer ahí-
cogéis una maleta, ponéis vuestros calzoncillos favoritos y os vais en silencio...

es hora de emanciparse
hacia un mundo nuevo...
pensáis.

Quintí Casals

No hay comentarios:

Publicar un comentario