jueves, 1 de noviembre de 2012
En cadena
En fila,
seguidos
se levantan a las siete
aún sin ojos
logran algo comer,
un café bebido a trozos,
y después de nada ser
salir a por todo.
Por fin ya en la calle
cogen el coche
y van conduciendo por la vida
insultándola y gritándola.
Llegan al trabajo
son insultados y gritados por la vida
y le piden rescate a la muerte.
Llenan las carteras de los altos
y la física les hace caer sus beneficios
porque ellos son de lo más bajo.
Y mientras ellos cada vez más pequeños
esperan a la fortuna,
esperan y esperan y mueren trabajando.
Y mientras producen miles de estos inquilinos
su inutilidad persiste
y se queda en los párpados
sin dejar ver,
sin dejar ser.
La marca blanca del buen ciudadano,
del orden correcto,
oscurece sus pasos en pleno día a día
y en cadena son bien perfilados,
arreglados
modelados
y enviados
cada día en tren a las dos
como aliados
hacia la guerra de la supuesta paz
hacia la guerra del triunfar
en un mundo perdido.
Pero yo ese tren lo perdí
se fugó sin mi,
no deseaba a otro conductor
no deseaba a alguien que llevara
a alguien que el rumbo cambiara
y me dejó,
me regalo al viento.
La sociedad se vende empaquetada
y para consumo único.
La vida la convirtieron en una madrugada
y al día lo llevaron al precipicio.
Quintí Casals
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